MARZO 9 -- Bienaventurados 2 los que lloran -- Spurgeon

"Bienaventurados los que lloran, porque ellos recibirán consolación."
Mateo 5: 4

"Estos parecen encontrarse en una peor condición que la de los pobres en espíritu, pues "lloran". Ellos se encuentran en una etapa superior, aunque parecieran estar en una etapa inferior. La manera de subir en el reino es hundir el yo. Estos hombres se duelen por el pecado, y son probados por los males de los tiempos; pero para ellos es provisto un futuro de descanso y regocijo. Los que se ríen se lamentarán, pero los que son afligidos cantarán. ¡Cuán gran bendición es la aflicción, pues provee el espacio para que el Señor administre el consuelo! Nuestras aflicciones son bendecidas, pues son nuestros puntos de contacto con el Consolador divino. La Bienaventuranza se lee como una paradoja, pero es verdadera, como lo podemos atestiguar muchos de nosotros. Nuestras horas de lamentación nos han proporcionado más consuelo que nuestros días de júbilo."
Jesús debe partir. Lloren ustedes que son Sus discípulos. Jesús ha de irse. Lamenten ustedes, pobres criaturas, que han de quedarse sin un Consolador. Pero escuchen cuán tiernamente habla Jesús: "No os dejaré huérfanos." "Yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre." Él no dejaría solas en el desierto a esas pobres ovejas escasas; Él no desampararía a Sus hijos dejándolos huérfanos. No obstante que tenía una poderosa misión que en verdad le ocupaba alma y vida; no obstante que tenía tanto que llevar a cabo, que habríamos podido pensar que incluso Su gigantesco intelecto estaría sobrecargado; no obstante que tenía tanto que sufrir, que podríamos suponer que Su alma entera estaba concentrada en el pensamiento de los sufrimientos que tenía que soportar, sin embargo, no fue así; antes de irse proporcionó reconfortantes palabras de consuelo; como el buen samaritano, derramó aceite y vino; y vemos qué es lo que prometió: "Les enviaré otro Consolador; uno que será justo lo que Yo he sido, e incluso será algo más: les consolará en sus angustias, disipará sus dudas, les reconfortará en sus aflicciones, y estará como mi vicario en la tierra, para hacer lo que Yo habría hecho, de haberme quedado con ustedes."
el Espíritu Santo, es un Consolador muy amoroso. Me encuentro turbado y necesito consolación. Algún transeúnte se entera de mi aflicción, y entra, se sienta y trata de animarme; me dice palabras reconfortantes; pero él no me ama, es un extraño que no me conoce del todo, y sólo ha entrado para probar su habilidad; ¿y cuál es el resultado? Sus palabras se resbalan sobre mí como el aceite en una losa de mármol; son como la lluvia que golpetea sobre la roca; no interrumpen mi dolor, que permanece inconmovible como el diamante, ya que él no siente amor por mí. Pero si alguien que me amara encarecidamente como a su propia vida viniera y argumentara conmigo, entonces sus palabras se convierten en música en verdad; saben a miel; él conoce la contraseña que abre las puertas de mi corazón, y mi oído está atento a cada palabra; capto la entonación de cada sílaba al sonar, pues es como la armonía de las arpas del cielo.
¡Oh!, hay una voz enamorada que habla un lenguaje que le es propio, un idioma y un acento que nadie podría imitar; la sabiduría no podría imitarlo; la oratoria no podría alcanzarlo. El amor es el único que puede alcanzar al corazón doliente; el amor es el único pañuelo que puede enjugar las lágrimas del hombre doliente. ¿Y no es el Espíritu Santo un amoroso Consolador? ¿Sabes, oh santo, cuánto te ama el Espíritu Santo? ¿Puedes medir el amor del Espíritu? ¿Conoces cuán grande es el afecto de Su alma por ti? Anda, mide al cielo con tu palmo; anda, pesa los montes con balanza; anda, toma el agua del océano, y cuenta cada gota; anda, cuenta la arena sobre la vasta playa del mar; y cuando hubieres cumplido esto, podrías decir cuánto te ama. Él te ha amado por largo tiempo; te ha amado considerablemente, te amó siempre; y todavía te amará. En verdad, Él es la persona que ha de consolarte, porque te ama. Entonces, dale entrada a tu corazón, oh cristiano, para que te consuele en tu calamidad.