MARZO 10 -- Bienaventurados 3 los mansos -- Spurgeon

"Bienaventurados los mansos,
porque ellos recibirán la tierra por heredad."
Mateo 5: 5.

Un hombre es pobre en espíritu: esto es, siente que le faltan miles de cosas que debería poseer. El hombre llora: esto es, se lamenta por su estado de pobreza espiritual. Pero ahora hay algo que realmente le es dado por la gracia de Dios; no es una cualidad negativa, sino es una prueba positiva de la obra del Espíritu Santo en su alma, de tal forma que se vuelve manso.

La mansedumbre tiene que ver con otras personas. Es cierto que tiene una relación con Dios, pero la mansedumbre de un hombre está referida especialmente hacia sus semejantes. Él no es simplemente manso por dentro; su mansedumbre se manifiesta en sus tratos con otros. No se podría hablar de un eremita que no hubiere visto jamás a un ser humano, como de alguien manso; la única manera en la que podrías comprobar si es manso sería ponerlo con aquellos que probaran su temperamento.

Son mansos delante de Dios, y el buen amigo Watson divide esta cualidad en dos encabezados, es decir, que son sumisos a Su voluntad, y flexibles a Su Palabra. ¡Que estas dos cualidades tan expresivas sean encontradas en cada uno de nosotros!

Con un espíritu feliz y contento como ese, los mansos no altercan con Dios. No hablan, como lo hace alguna gente insensata, de haber nacido bajo la influencia de un planeta poco propicio, y de estar colocados en circunstancias desfavorables para su desarrollo. Y aun cuando son golpeados por la vara de Dios, los mansos no se rebelan contra Él, ni lo llaman un Señor duro; se quedan más bien mudos y en silencio, y no abren su boca porque Dios lo haya hecho, o si llegan a hablar, es para pedir gracia para que la prueba que están soportando sea santificada para ellos, o para que puedan elevarse tan alto en la gracia como para gloriarse en las debilidades, para que el poder de Cristo descanse sobre ellos.

Ellos son también flexibles a la Palabra de Dios; si realmente son mansos, siempre están dispuestos a doblegarse. Ellos no se imaginan lo que debería ser la verdad, para luego acudir a la Biblia en busca de los textos que demuestren que lo que ellos piensan está allí; más bien recurren al Libro inspirado con una mente cándida, y oran con el Salmista, "Abre mis ojos, y miraré las maravillas de tu ley." Y cuando, al escudriñar las Escrituras, encuentran profundos misterios que no pueden comprender, creen lo que no pueden entender; y donde, algunas veces, diferentes partes de la Escritura parecieran estar en conflicto unas con otras, ellos dejan la explicación al grandioso Intérprete que es el único que puede aclararles todo. Cuando se enfrentan con doctrinas que son contrarias a sus propias opiniones, y duras para ser recibidas por carne y sangre, se entregan al Espíritu Divino y oran, "enséñanos lo que no sabemos."
Cuando los mansos en espíritu encuentran algún precepto en la Palabra de Dios, de inmediato buscan obedecerlo. No le ponen objeciones, ni preguntan si podrían evitarlo, ni hacen esa pregunta tan frecuentemente repetida: "¿es eso esencial para la salvación?" No son tan egoístas como para no hacer nada excepto aquello de lo que depende su salvación; ellos aman tanto a su Dios que desean obedecer incluso el mandamiento más mínimo que les dé, sencillamente por amor a Él.

Pongan estas cinco cualidades juntas, y tendrán a un hombre verdaderamente manso: humilde, delicado, paciente, perdonador y contento; es exactamente lo opuesto del hombre que es orgulloso, duro, airado, vengativo y ambicioso. Únicamente la gracia de Dios, obrando en nosotros por el Espíritu Santo, puede hacernos así de mansos.

Es maravilloso comprobar lo que las naturalezas ásperas pueden experimentar frente a naturalezas delicadas. Después de todo, no es el fuerte el que vence sino el débil. Ustedes saben que ha habido una larga enemistad entre los lobos y las ovejas, y que las ovejas no se han puesto nunca a pelear, y sin embargo han ganado la victoria, y hay más ovejas que lobos en el mundo hoy en día. En nuestro propio país todos los lobos han muerto, pero las ovejas se han multiplicado en decenas de miles.

El yunque permanece firme mientras el martillo golpea sobre él, pero un yunque desgasta a muchos martillos. Y la amabilidad y la paciencia tendrán éxito a la larga. En este momento presente, ¿quién es el más poderoso, César con sus legiones o Cristo con Su cruz? Sabemos quién será el triunfador antes de mucho tiempo entre Mahoma con su filosa cimitarra o Cristo con Su doctrina de amor. Cuando todas las fuerzas terrenales sean vencidas, el reino de Cristo permanecerá. Nada es más poderoso que la mansedumbre, y el manso es el que hereda la tierra en ese sentido.

Pero esto tiene que ser la obra de la gracia. Debemos nacer de nuevo, pues de lo contrario nuestros espíritus altivos no serán mansos nunca. Y si hemos nacido de nuevo, que sea nuestro gozo, en tanto que vivamos, mostrar que somos seguidores del manso y humilde Jesús, con cuyas palabras llenas de gracia concluyo mi sermón: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga." ¡Que así sea, por Jesucristo nuestro Señor! Amén.