Spetiembre 22 -- Verdadera comunion -- Comunion -- David Wilkerson

Muchos Cristianos hablan de tener intimidad con el Señor, caminando con él, conociéndolo, teniendo compañía con él. Pero no podemos tener una verdadera comunión con Dios a no ser que recibamos en nuestros corazones la revelación plena de su amor, gracia y misericordia.

La comunión con Dios consiste de dos cosas:

1. Recibir el amor del Padre, y
2. Amarlo en retorno

Usted puede pasar horas cada día en oración diciéndole al Señor cuánto usted lo ama, pero eso no es comunión. Si usted no ha recibido su amor, usted no ha tenido comunión con él. Usted simplemente no puede compartir intimidad con el Señor Jesús a no ser que usted esté seguro del amor que él tiene por usted.

Yo sé que cuando vengo a mi Señor, no vengo a un Padre feroz, duro, exigente. El no me espera con un rostro enojado, ansioso de golpearme en la espalda con una vara. El no me espía para ver cuándo fallo y entonces poder decirme “te descubrí”.

No, yo vengo a un Padre que se me ha revelado como un amor puro, incondicional. El es amable, de corazón tierno, lleno de gracia y misericordia, ansioso de de levantar todas mis cargas y preocupaciones. Y yo sé que él nunca me rechaza cuando lo llamo.

Es por eso que yo entro por sus atrios con alabanza y con acción de gracias, por que estoy agradecido por quién mi Dios es. ¡El tiene cuidado de todo lo que me concierne! (Ver Salmo 100).

El profeta Sofonías dice algo increíble sobre el amor de Dios por nosotros. El escribe, “Jehová está en medio de ti, poderoso, él salvará; se gozará sobre ti con alegría, callará de amor, se regocijará sobre ti con cánticos” (Sofonías 3:17).

Este verso nos dice dos cosas importantes sobre cómo nos ama el Señor:

1. Dios descansa en su amor por sus hijos. En Hebreo, esta frase “callará de amor” significa que “El estará sin palabras por el amor que nos tiene.” Dios está diciendo en esencia, “¡He encontrado a mi amor verdadero, y estoy totalmente satisfecho! No necesito buscar en ningún otro lugar, por que no tengo ninguna queja. Estoy completamente satisfecho en esta relación, y no quitaré mi amor. ¡Mi amor es un hecho ya establecido!”

2. Dios tiene gran placer por sus hijos. Sofonías testifica, “El se regocija sobre ti con cánticos” El dice, “¡El amor de Dios por usted es tan grande, que en sus labios hay una canción!”

Regocijarse significa “tener gozo y deleite”. Es una expresión externa de un deleite interno. Es también la expresión más alta de amor. La palabra Hebrea que Sofonías usa para decir “regocijo” es tripudiare que significa “brincar, lleno de un éxtasis de felicidad”.

¿Puede usted concebir que su Padre celestial está tan enamorado de usted que brinca de felicidad con sólo pensar en usted? ¿Puede usted recibir su palabra que dice que él lo amó a usted antes de que el mundo fuese creado, antes que la humanidad existiese, antes de que usted hubiese nacido? ¿Puede usted aceptar que él lo amó aún antes de que usted cayera en los caminos pecaminosos de Adán y llegara a ser un enemigo de Dios?



Septiembre 15 - Jesucristo Intercesor Parte 2 - W Barclay

Glorifícale, de la misma manera que Le diste autoridad sobre toda la humanidad para que pueda dar la vida eterna a todos los que Le has dado. La vida eterna es conocerte a Ti, Que eres el único Dios verdadero, y a Jesucristo Tu enviado. Yo ya Te he glorificado en la Tierra acabando la obra que Tú Me encargaste; y ahora, Padre, glorifícame en Tu propia presencia con la gloria que tuve contigo antes que empezase el mundo.
Les he revelado Tu nombre a los hombres que Me diste sacándolos del mundo. Eran Tuyos cuando Me los diste, y han recibido Tu Palabra. Ahora ya se dan cuenta de que todo lo que Me has dado procede de Ti, porque Yo les he dado las palabras que Tú Me diste a Mí, y ellos las han recibido, y ahora ya saben a ciencia cierta que Yo vine de Ti, y creenque fuiste Tú Quien Me enviaste.
Juan 17 : 5—9

1 - Hay otra idea importante en este pasaje, porque contiene la gran definición que da el Nuevo Testamento de la vida eterna: es conocer a Dios, y a Jesucristo, a Quien Él ha enviado. Recordemos lo que quiere decir eterno. En griego es aiónios. Esta palabra tiene que ver, no tanto con la duración de la vida. Sólo hay Uno al Que se puede aplicar adecuadamente la palabra aiónios, y es Dios. La vida eterna no es otra cosa, por tanto, que la vida de Dios. Poseerla, entrar en ella, es experimentar aquí y ahora algo del esplendor, y la majestad, y el gozo, y la paz, y la santidad que son características de la vida de Dios. Conocer a Dios es una expresión característica del Antiguo Testamento. La sabiduría es «árbol de vida a los que de ella echan mano» (Proverbios 3:18). «Conocer Tu poder -dijo el escritor de Sabiduría- es la raíz de la inmortalidad (Sabiduría 5: 3). «Los justos son librados por la sabiduría» (ProverbiosI1: 9). El sueño de la nueva edad de Habacuc era «que la Tierra estará llena del conocimiento de la gloria de Dios> (Habacuc 2:14). Oseas oye la voz de Dios que le dice: « Mi pueblo fue destruidoporque le faltó conocimiento» (Oseas 4:6). Una exposición rabínica pregunta cuál es la porción más pequeña de la Escritura que contiene todas las partes. esenciales de la ley, y contesta: Proverbios 3:6, que quiere decir literalmente: «Reconócele en todos tus caminos, y Él enderezará tus veredas.» También había una exposición rabínica que decía que Amós había reducido todos los mandamientos de la ley a uno solo, cuando dijo: «Buscadme, y viviréis» (Amós 5:4), porque buscar a Dios quiere decir buscar conocerle. Conocer a Dios no es, por tanto, un mero conocimiento intelectual de Él, sino una íntima relación personal con Él que es como la relación más próxima y amada de la vida. De nuevo hemos de decir que, sin Jesús, tal intimidad con Dios habría sido impensable e imposible. Es Jesús el Que nos ha enseñado que Dios no es un Ser remoto e inasequible, sino el Padre Cuya naturaleza es amor. Conocer a Dios es no sólo saber cómo es, sino también estar en términos de la más íntima relación de amistad con Él; y ninguna de las dos cosas es posible sin Jesucristo

2 - * Jesús nos da aquí una definición de Su obra. Le dice a Dios: « He revelado Tu nombre.» Aquí hay ideas que les resultarían claras a los que lo leyeran por primera vez.Hay una idea que es esencial y característica del Antiguo Testamento. Allí se usa la palabra nombre en un sentido especial; No quiere decir simplemente el nombre propio de una persona, sino todo su carácter en tanto en cuanto puede conocerse. El salmista dice: «En Ti confiarán los que conocen Tu nombre» (Salmo 9:10). «Anunciaré Tu nombre a mis hermanos» (Salmo 22:22). Este era un salmo que los judíos creían que era una profecía del Mesías y de la obra que realizaría; y quiere decir que el Mesías declararía a la humanidad cómo es Dios. El profeta Isaías comprendió que Dios decía de la nueva era: « Mi pueblo sabrá Mi nombre por esto en aquel día: porque Yo mismo, el Que estoy hablando, estaré presente» (Isaías 52:6)Así que, cuando Jesús dice: «He revelado Tu nombre,» quiere decir: «He dado a la humanidad la posibilidad de ver cuál es la verdadera naturaleza de Dios.» Es otra manera de decir: « El que Me ha visto a Mí, ha visto al Padre» (Juan 14:9). Es la suprema afirmación de Jesús que, en Él, la humanidad ve la mente, el carácter y el corazón de Dios.

3 - Este pasaje ilumina también el sentido del discipulado.El discipulado cristiano se basa en el hecho de que Jesús ha venido de Dios. Un discípulo es una persona que se ha dado cuenta de que Jesús es el Embajador de Dios, y que en Sus palabras oímos la voz de Dios, y en Sus obras vemos a Dios en acción. El discípulo ve a Dios en Jesús, y sabe que no hay nadie que sea una misma cosa con Dios excepto Jesús.El discipulado conduce a la obediencia. El discípulo es el que obedece la Palabra de Dios como la recibe en Jesús. Es el que se somete al magisterio de Jesús , implica sumision .Las personas que pertenecen a Jesús Le han sido dadas por Dios
Piensa en ello de este modo: un padre tiene grandes sueños acerca de su hijo; se forja un plan de futuro para él; pero el hijo puede rehusar ese plan y seguir su propio camino. Un profesor prevé un gran futuro para un estudiante; ve que tiene posibilidad de hacer una gran obra; pero el estudiante puede rechazar el plan que se le presenta. Si amamos a una persona, siempre estamos soñando con su futuro y haciendo planes ambiciosos para ella; Dios tiene Su plan, Su sueño, su destino para cada persona; y nuestra tremenda responsabilidad consiste en aceptarlo o rechazarlo. Como ha dicho alguien , Jesus confia en sus dicipulos porque ve la garantía de la continuidad de la obra de Dios en la Tierra .Cuando Jesús salió de este mundo, no parecía que podía tener mucha base para la esperanza. É1 mismo parecía haber conseguido bien poco y ganado a muy pocos Pero Jesús tenía la confianza que tiene su manantial en Dios. No tenía miedo de los principios humildes. No
era pesimista acerca del futuro. Parecía decir: «No he ganado más que a once hombres normales y corrientes; pero dadme esos once, y le daré la vuelta al mundo.»
Jesús tenía dos cosas: fe en Dios y fe en Sus hombres. Es una de las cosas que más entusiasman en el mundo el pensar que Jesús puso Su confianza en personas como nosotros. Nosotros tampoco nos tenemos que desanimar por las debilidades humanas ni por los principios humildes. Nosotros también debemos lanzarnos adelante con una fe confiada en Dios y en las personas. Así no seremos nunca pesimistas; porque, con esta doble fe, nuestras posibilidades en la vida son ilimitadas.
No lo elegimos nosotros a El , sino que El nos eligio a nosotros .

Septiembre 14 - Jesucristo Intercesor Parte 1 -- W Barclay

Después de decir todo aquello, Jesús elevó la mirada al Cielo y dijo:
-Padre, ha llegado la hora. Glorifica a Tu Hijo para que Él Te glorifique a Ti. Glorifícale, de la misma manera que Le diste autoridad sobre toda la humanidad para que pueda dar la vida eterna a todos los que Le has dado. La vida eterna es conocerte a Ti, Que eres el único Dios verdadero, y a Jesucristo Tu enviado. Yo ya Te he glorificado en la
Tierra acabando la obra que Tú Me encargaste; y ahora, Padre, glorifícame en Tu propia presencia con la gloria que tuve contigo antes que empezase el mundo.
San Juan 17 : 1--5

Para Jesús, la vida tenía un clímax, que era la Cruz. Para Él, la Cruz era la gloria de la vida y el acceso a la gloria de laeternidad. « Ha llegado la hora -había dicho Jesús- de que el Hijo del Hombre sea glorificado» (Juan 12:23). ¿Qué quería decir Jesús cuando hablaba de la Cruz como Su gloria y Su glorificación?
Es uno de los hechos de la Historia que una y otra vez fue en la muerte cuando las grandes figuras alcanzaron la gloria. Fue cuando murieron, y cómo murieron, lo que mostró realmente quiénes y cómo eran. Puede que fueran malentendidos, infravalorados y hasta condenados como criminales durante su vida; pero su muerte hizo ver cuál era su verdadero lugar en el esquema de las cosas.
Eso sucedió con Jesús; porque, hasta el centurión que estaba al pie de la cruz quedó diciendo: « ¡No cabe duda de que Éste era el Hijo de Dios!» La Cruz fue la gloria de Jesús porque fue en ella donde mostró supremamente Su majestad, y desde donde atrae a Sí definitivamente el reconocimiento, el amor y la lealtad de la humanidad.
la Cruz fue la gloria de Jesús porque fue la culminación de Su obra. « He llevado a cabo el trabajo» -dijo Jesús al Padre- que Tú me encargaste.» Para Él, el haberse detenido antes de la Cruz habría supuesto dejar su labor sin terminar. ¿Por qué? Porque había venido a este mundo para enseñarle a la humanidad el amor de Dios, no sólo con palabras, sino con toda Su vida. El detenerse antes de la Cruz habría equivalido a decir que el amor de Dios llegaba hasta ahí, y no más. Llegando a la Cruz, Jesús mostró que no hay nada que el amor de Dios no esté dispuesto a asumir por la humanidad; que no tiene límites , Jesús Cumplió su cometido; hizo llegar a la humanidad el amor de Dios. Para Él aquello supuso la Cruz; y la Cruz fue Su gloria porque acabó la obra que el Padre Le había encargado: consiguió que los hombres y las
mujeres ya no pongan en duda el amor de Dios
¿Cómo glorificó la Cruz a Dios? La única forma de glorificar a Dios es obedecerle.
Jesús dio honor y gloria a Dios con Su perfecta obediencia. La historia evangélica deja muy claro que Jesús pudo evitar la Cruz. Humanamente hablando, podría haber vuelto la espalda y no haber ido a Jerusalén. Cuando vemos a Jesús en Sus últimos días en la Tierra, no podemos por menos de decir: «¡Fijaos cómo amaba a Dios! ¡Fijaos a qué extremo Le llevó la obediencia!» Glorificó a Dios en la Cruz ofreciéndole la perfecta obediencia de
un amor perfecto. (iv) Pero hay todavía más: Jesús Le pidió a Dios que Le glorificara y que Se glorificara. La Cruz no era el final. Habría de seguirla la Resurrección, que sería la vindicación de Jesús. Fue la demostración de que, aunque la humanidad Le hiciera lo peor,
Jesús no sería derrotado, sino saldría vencedor. Fue como si Dios señalara a la Cruz y dijera: «Eso fue lo que la humanidad le hizo a Mi Hijo;» y luego señalara a la Resurrección, y dijera: « Y eso fue lo que Yo hice por Mi Hijo.» La Cruz era lo peor que la humanidad podía hacerle a Jesús, pero ni aun así Le conquistó. La gloria de la Resurrección borra la vergüenza de la Cruz. (v) Para Jesús, la Cruz era el camino de vuelta. «Glorifícame -oró- con la gloria que tuve antes que el mundo empezara.» Era como un caballero que hubiera salido de la corte de su rey para realizar alguna hazaña heroica y peligrosa, y que, una vez cumplida su misión, volvía en triunfo a gozar de la gloria de la victoria. Jesús vino de Dios y volvió a Dios. La empresa gloriosa entre Su venida y Su vuelta culminó en la Cruz. Para El, por tanto, la Cruz era la puerta de entrada a la gloria; y, si hubiera rehusado pasar por ella, ¿cómo habría vuelto a la gloria? ¿Habría habido una gloria a la que volver? Para Jesús la Cruz fue Su vuelta a Dios.



Septiembre 13 -- Pequeñas Cosas -- Anonimo

‘‘ Cazadnos las zorras, las zorras pequeñas
que echan
a perder las viñas’’.
Cantares 2 : 15



Como las zorras pequeñas echan a perder las viñas, las pequeñas cosas suelen dar tristeza a nuestra vida … somos propensos a subestimar las cosas insignificantes … no nos damos cuenta que toda nuestra vida transcurre detrás de menudencias … de aquí el consejo sabio que dice : Nunca digas : ‘‘ es un detalle’’… con desdén …
Vigilemos las cosas pequeñas … puede ocurrir lo mismo que sucede en aquella historia de niños … ‘‘ Todo ocurrió por un clavo ’’ …
Sí, se cuenta que un Clavo estaba flojo en la herradura de un caballo … y se perdió el clavo … se perdió la herradura … se perdió el caballo … se perdió la batalla … se perdió un país …
todo por aquel detalle que insignificante resultó sumado a los otros : importante …
El Señor Jesús nos dice ‘‘ El que es fiel en lo poco también en lo más es fiel … y el que en lo poco es injusto, también en lo más es injusto ’’ ( Lucas 10 :10 ).
Esas pequeñas cosas que durante el día nos ponen contrariado, esos detalles de la vida de relación, en la familia, en el transporte, esa palabra de más o de menos que utilizamos con nuestra esposa, hijos o padres, ese detalle hay que cuidar … para no destruir la viña de la cual somos administradores …
El remedio para tener en cuenta esas pequeñas cosas … es llenar nuestro ser de los frutos del dulce Espíritu de Dios para que broten a raudales esos beneficios en forma espontánea …
‘‘ De la abundancia del corazón habla la boca’’ … cultivemos la vida espiritual y tengamos cuidado de los pequeños detalles que forman las
‘‘ pequeñas grandes cosas de la vida’’ .

Septiembre 12 - He trabajado en Vano - David Wilkerson

¿Le asombraría saber que Jesús experimentó el sentimiento de haber logrado poco?

En Isaías 49:4 leemos estas palabras: “Pero yo dije: Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas…” Note que estas no son las palabras de Isaías, quien fue llamado por Dios cuando ya era maduro de edad. No, estas son las propias palabras de Cristo, habladas por Aquel “llamado…desde el vientre, desde las entrañas de mi madre…El Señor…me formó desde el vientre para ser su siervo, para hacer volver a él a Jacob, (y para congregarle a Israel)” (49:1, 5)

Cuando llegué a este mensaje, un mensaje que había leído muchas veces antes, mi corazón quedó en asombro. Difícilmente podía creer lo que estaba leyendo. Las palabras de Jesús aquí sobre “trabajar en vano” fueron una respuesta al Padre quien acababa de declarar “Mi siervo eres…en quien me gloriaré” (49:3). Leemos la respuesta asombrosa de Jesús en el verso que sigue: “Por demás he trabajado, en vano y sin provecho he consumido mis fuerzas” (49:4)
Después de haber leído esto, me puse de pié en mi sala de estudio y dije: “Qué maravilloso. No puedo casi creer que Cristo fuera así de vulnerable, confesando al Padre que estaba experimentando lo que nosotros los humanos enfrentamos. En su humanidad, él probó el mismo descorazonamiento, el mismo abatimiento, las mismas heridas. El estaba teniendo los mismos pensamientos que yo he tenido sobre mi propia vida: ‘Esto no es lo que yo había percibido que fue prometido. Malgasté mis fuerzas. Todo ha sido en vano.”

Leyendo esos versos me hizo que amara mucho más a Jesús. Me di cuenta de que Hebreos 4:15 no es tan sólo un cliché: nuestro Salvador verdaderamente es tocado cuando siente nuestras debilidades, y fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. El había conocido estas mismas tentaciones de Satanás, y había escuchado la misma voz acusadora: “Tu misión no ha sido completada. Tu vida ha sido un fracaso. Todo tu trabajo de nada ha servido.”

Cristo vino al mundo para realizar la voluntad de Dios de reavivar a Israel. Y él hizo lo que se le había encomendado. Pero Israel lo rechazó: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron” (Juan 1:11).

¿Por qué Jesús, o cualquier hombre o mujer de Dios, hablaría palabras tan desesperadas como éstas?: “he trabajado en vano” ¿Cómo podría el Hijo de Dios decir tal cosa? ¿Y por qué ha habido generaciones de creyentes fieles que han sido reducidos a estas palabras abatidas? Es el resultado de medir los resultados pequeños contra las expectaciones altas.

Usted puede pensar, “Este mensaje parece que sólo se aplica a ministros, o es para los llamados a hacer un gran trabajo para Dios. Me parece que está dirigido a misioneros o a profetas de la Biblia. Pero ¿qué tiene que ver conmigo?” La verdad es, que todos somos llamados a un propósito grandioso y común para todos, y a un ministerio: y es, ser como Jesús. Somos llamados a crecer en su imagen, a ser cambiados en su imagen expresada.

CON CRISTO ESTOY JUNTAMENTE CRUFICIDADO
Y YA NO VIVO YO
MAS VIVE CRISTO EN MI
Y LO QUE AHORA VIVO YO EN LA CARNE
LO VIVO EN LA FE
DEL HIJO DE DIOS
QUIEN ME AMO Y SE ENTREGO A SI MISMO
POR MI
Galatas 2 : 20


Septiembre 11 -- El temor de Dios -- A W Tozer


El primer anuncio de Dios de su intención redentora hacia la humanidad fue declarado a un hombre y a una mujer escondidos de la presencia del Señor en temor mortal. Dios entregó su Ley a un hombre que temblaba de terror en medio de fuego y humo, aterrorizado ante la voz de trueno y el sonido de la trompeta divina. Cuando la lengua de Zacarías fue soltada por la operación misteriosa de Dios, «Se llenaron de temor todos sus vecinos» (Lucas 2.65.) Aun el famoso anuncio, «¡Gloria a Dios en las alturas, Y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!» (Lucas 2.14) hizo que los pastores tuvieran «gran temor» (Lucas 2.9) a causa de la repentina, abrumadora e irresistible presencia de la hueste celestial.
Si leemos las Escrituras con los ojos abiertos, podemos percatarnos de la verdad que como un fuerte cable se mantiene desde el Génesis hasta el Apocalipsis. La presencia de un ser divino casi siempre trae temor a los corazones de los hombres pecadores. Algo había en las manifestaciones de Dios que espantaba a los espectadores, que los intimidaba y atemorizaba, debido a lo cual les asaltaba un terror más allá de lo natural. Este terror no tenía ninguna relación con el mero temor del daño corporal. Era una pavorosa consternación que experimentaba el individuo en lo profundo de la naturaleza de su corazón, mucho más adentro que el temor experimentado como resultado normal de los instintos físicos de auto-preservación.
Creo que no puede resultar ningún bien de las actividades religiosas que no se arraiguen en esta cualidad del temor de la criatura. El elemento animal dentro de nosotros es muy fuerte y repleto de auto-confianza. Hasta que haya sido totalmente derrotado, Dios no puede revelarse a sí mismo a los ojos de nuestra fe. Hasta que ese terror inaudito se apodere de nosotros, el cual resulta cuando una criatura pecadora y sin santidad se confronta con aquel que es el más santo de todos, no es muy probable que le afecte la doctrina del amor y gracia como la declara el evangelio del Nuevo Testamento. El amor de Dios no afecta al corazón carnal en absoluto; o si lo afecta en cierto grado, entonces es en forma adversa, porque el conocimiento de que Dios nos ama con toda sencillez, nos confirma en nuestra auto-justicia.
El esfuerzo de los liberales y los modernistas limítrofes o moderados de buscar y atraer a los hombres a Dios presentándoles el lado blando y suave de la religión es un mal absoluto, porque pasa por alto la razón misma por nuestra enemistad con Dios en primer lugar. Hasta que el corazón del hombre no se perturbe, es probable que no se libre de sus problemas con Dios. Caín y Abel son dos ejemplos solemnes de esta verdad. Caín trajo un presente a Dios y pensó que este se había sentido satisfecho y contento con él. Abel trajo un sacrificio a Dios quien él sabía no podría aceptarle tal cual era. Su corazón tembloroso le decía que buscara un escondero. El corazón de Caín no temblaba. Caín estaba tan satisfecho consigo mismo que no buscó un lugar donde esconderse. El temor de Jehová le pudo haber servido muy bien a Caín en ese momento tan crítico, porque hubiera cambiado el carácter total de su ofrenda y hubiera cambiado para el bien el curso entero de su vida.
Aunque este terror y temor del Señor es tan indispensable, siempre debemos tener presente que no se puede inducir por las amenazas dictadas en el nombre del Señor. El Infierno y el juicio son realidades, y debemos predicarlas en su contexto bíblico, ni más ni menos; pero no pueden inducir eso que llamamos el temor del Señor. Tal temor es sobrenatural, y no tiene ninguna relación con las amenazas de castigo. Conlleva una cualidad misteriosa, a menudo sin gran contenido intelectual; es un sentimiento más bien que una idea; es la reacción profunda de una criatura caída en la presencia del Santo Ser que el corazón atónito sabe que es Dios. El Espíritu Santo es el único que puede inducir esta emoción en el corazón humano. Todo esfuerzo de nuestra parte de «súperinducirlo», o producirlo por nuestros medios, es malgastado, o peor que eso.
El temor de Dios es sobrenatural por eso nunca puede ser originado, ni creado, ni levantado por repetidas advertencias acerca de la guerra, o , o las depresiones económicas, o catástrofes de la nauraleza. La artimaña o treta de engañar a la gente asustándola e intimándola a aceptar a Cristo amenazándolas con bombas atómicas y misiles, no proviene de las Escrituras, ni tampoco es eficaz. Si encendemos petardos de fuegos artificiales frente a un rebaño de cabras, presumiblemente, podríamos conseguir colocarlas en el corral de las ovejas; pero todo el temor natural en el mundo no podría convertir una cabra en oveja. Tampoco el temor de una invasión rusa puede cambiar a los hombres impenitentes en amantes de Dios y la justicia. Sencillamente no resulta así.
¿De dónde surge y se levanta el verdadero temor de Dios? Del conocimiento de nuestra propia pecaminosidad y un sentido de la presencia de Dios. Isaías tuvo una experiencia aguda y dura de su impureza e inmundicia personal y muy fuerte de la portentosa presencia de Jehová. Las dos juntas fueron más de lo que él podía soportar. A cara descubierta, él exclamó una confesión de su pecado, que se le hizo tanto más intolerable, porque sus ojos habían visto al Rey, Jehová de los ejércitos.
Una congregación experimentará ese misterioso terror y temor de Dios cuando el ministro y los líderes de la iglesia sean llenos del Espíritu Santo. Cuando Moisés descendió del monte con su rostro resplandeciente, los hijos de Israel tuvieron temor que nacía de esa vista sobrenatural. Moisés no tenía por qué amenazarles. Él únicamente tuvo que aparecer delante de ellos con esa luz en su rostro.






Tomado y adaptado del libro La raíz de los justos, A. W. Tozer, Editorial Clie, 1994. Usado con permiso. Todos los derechos reservados. Adaptado por DesarrolloCristiano.com. Todos los derechos reservados.

Sptiembre 10 -- Ser Cristiano -- A W Tozer

En el corazón del sistema cristiano se halla la Cruz de Cristo con todas sus sublimes paradojas. El poder del cristianismo se nota siempre en antipatía con las maneras del hombre caído, nunca en concordancia con él. La verdad de la cruz se revela por sus contradicciones. El testimonio de la iglesia es más efectivo cuando declara que cuando explica, porque el evangelio se dirige a la fe, y no a la razón; lo que descansa sobre el carácter de Dios, no sobre las demostraciones del laboratorio o la lógica.
La cruz se halla en fuerte oposición al hombre natural. Su filosofía corre en sentido contrario al proceso de la mente del hombre no regenerado. Por eso decía el apóstol Pablo que la predicación de la cruz es locura para los hombres. Tratar de hallar un fondo común entre el mensaje de la cruz y la razón del hombre caído es procurar lo imposible, y si se insiste en ello, se hallará una mente deteriorada, una cruz sin significado y un cristianismo sin fuerza.
El cristiano cree que él ha muerto con Cristo, y al mismo tiempo se muestra más vivo que nunca y con la seguridad de vivir para siempre. Camina sobre la tierra mientras cree que ya está sentado con Cristo en los cielos, y aunque nacido en esta tierra, siente, después de su conversión, que su hogar ya no está más aquí. Y al igual que el milano, que en el aire es la esencia de la gracia y la belleza, pero cuando está en el suelo es feo y torpe, así el cristiano está en su mejor forma cuando se lo ve en los cielos y no lo es tanto cuando está en medio de la sociedad que lo vio nacer.
El cristiano aprende pronto que si desea ser victorioso como un hijo del cielo entre los hombres de la tierra, no debe seguir las normas comunes de la humanidad, sino precisamente lo contrario. Para estar seguro se pone en peligro; pierde su vida para poder salvarla, y corre riesgo de perderla si procura preservarla. Él baja para poder elevarse. Si rehusa humillarse, ya ha sido humillado, pero cuando se humilla, entonces es ensalzado.
Es fuerte cuando es débil, y es débil cuando se siente fuerte. Aunque pobre, tiene poder para hacer a otros ricos; y cuando se hace rico pierde su habilidad de enriquecer a otros. Él tiene más cuando ha dado más, y tiene menos cuando posee más.
Él puede ser, y a menudo lo es, alto cuando se cree bajo, y más santo cuando más consciente de pecado. Es sabio cuando reconoce que no sabe nada, y sabe menos cuando ha adquirido gran acopio de conocimiento. A veces hace más por no hacer nada, y adelanta más cuando se queda parado. Él es feliz en medio de sus cargas y conserva alegre su corazón, aun en la tristeza.
Constantemente se revela el carácter paradójico del cristiano. Por ejemplo, él sabe que ya está salvado ahora, sin embargo, espera una gran salvación que ha de ser revelada, y mira gozoso al tiempo de su futura redención. Teme a Dios, pero sin embargo, no huye con miedo de él. Ante la presencia de Dios se siente sobrecogido y deshecho; sin embargo, nada desea más que estar en la presencia de Dios. Sabe que sus pecados han sido todos limpiados y al mismo tiempo es penosamente consciente de que en su carne no mora cosa buena.
Ama supremamente a Uno a quien nunca ha visto, y aunque pobre y humilde, habla confiadamente con Uno que es Rey de reyes y Señor de señores, y no halla ninguna incongruencia en ello. Sabe que vale poco y menos que la nada, y sin embargo cree sin una duda que es la cosa más preciada para el Altísimo, y sabe que por él, el Eterno Hijo de Dios se hizo carne y murió en la vergonzosa cruz.
El cristiano es un ciudadano del reino de los cielos, y presta a esa ciudadanía su primera obediencia, pero también ama a su tierra natal con todo su corazón y ora, como Juan Knox: "¡Señor, dame Escocia o si no me muero!"
Espera con ansias todos los días ser trasladado al Hogar celestial, no obstante eso, no tiene apuro en dejar este mundo y está dispuesto a esperar el llamado del Padre Celestial. Y es incapaz de comprender por qué los incrédulos critican esta aparente falta de consistencia; él ve todo de la manera más sensata, clara y razonable posible.
El cristiano, portador de la cruz junto con Cristo, es al mismo tiempo un pesimista y un optimista, de una clase que es imposible hallarla en el resto de los mortales.
Cuando mira la cruz es un pesimista, porque sabe que el mismo juicio que cayó sobre el Señor de la gloria, condena en ese solo hecho, toda la naturaleza y todo el mundo de los hombres. Rechaza toda humana esperanza aparte de Cristo, porque sabe que los más nobles esfuerzos de los hombres son sólo polvo edificado sobre polvo.
Pero también es un optimista incorregible. Si la cruz condena al mundo, la resurrección de Cristo garantiza el triunfo final del bien por todo el universo. Por medio de Cristo todo saldrá bien al fin, y el cristiano vive en esperanza tranquila de ese triunfo.

¡Increíble cristiano!

Tomado del libro Ese increíble cristiano. © Christian Publications, Inc. 1979. Usado con permiso. Los Temas de Apuntes Pastorales, volumen III, número 5.