MARZO 14 -- Bienaventurados 7 -- Pacificadores-- CH Spurgeon

"Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios." Mateo 5: 9.

El versículo que le precede habla de la bienaventuranza de "los de limpio corazón, porque ellos verán a Dios." Es bueno que entendamos esto. Hemos de ser "primeramente puros, después pacíficos." Nuestro carácter pacífico no ha de hacer nunca un pacto con el pecado, ni una alianza con lo malvado. Debemos poner nuestros rostros como pedernales contra todo lo que sea contrario a Dios y a Su santidad. Una vez que hayamos establecido eso en nuestras almas, podremos avanzar hacia el carácter pacífico para con los hombres.

Y el versículo que sigue a continuación de mi texto también parece colocado allí a propósito. Independientemente de cuán pacíficos seamos en este mundo, seremos tergiversados y malentendidos; y eso no debe sorprendernos, pues incluso el Príncipe de paz, por Su propio carácter pacífico, trajo fuego a la tierra.

Él mismo, aunque amó a la humanidad, y no hizo mal, fue "Despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto." Por tanto, para que el de pacífico corazón no se sorprenda cuando se encuentre con el enemigo, se agrega en el siguiente versículo: "Bienaventurados los que padecen persecución por causa de la justicia, porque de ellos es el reino de los cielos." De esta manera los pacíficos no solamente son declarados bienaventurados, sino que son circundados de bendiciones.

El pacificador, aunque es distinguido por su carácter, tiene la misma posición externa y la misma condición de otros hombres. En todas las relaciones de la vida se encuentra exactamente igual que los demás hombres. Así, el pacificador es un ciudadano, y aunque es cristiano, recuerda que el cristianismo no requiere que renuncie a su ciudadanía, sino que la use para dignificarla para la gloria de Cristo. Por esto el pacificador, como ciudadano, ama la paz.Por tanto, aunque él, a semejanza de otros hombres, siente hervir su sangre,reprime su reacción y se dice: "no debo contender, pues el siervo de Dios debe ser amable para con todos, apto para enseñar, sufrido."

Así que dice: "lo que no quisiera hacer yo mismo, no quisiera que otros lo hicieran por mí, y si no quiero ser un asesino, tampoco quisiera que otros murieran por mí." En visión camina por un campo de batalla; oye los gritos de los moribundos y los gemidos de los heridos; sabe que los propios conquistadores han dicho que todo el entusiasmo de la victoria no ha sido capaz de erradicar el horror de la terrible escena posterior al combate; así que dice: "¡No; paz, paz!"

Pero el pacificador no es solamente un ciudadano, sino que también es un hombre, y si algunas veces no se mete en la política en general, como hombre, piensa que su política personal ha de ser siempre la de la paz. Por ello, si viera su honor manchado, no lo defendería: considera que enojarse con su semejante sería una mayor mancha para su honor, que soportar un insulto. Escucha que otros dicen: "si pisoteas a un gusano respingará"; pero él dice: "yo no soy un gusano, sino un cristiano, y por eso no respingo, excepto para bendecir la mano que me golpea, y para orar por aquellos que malignamente abusan de mí."

Tiene su temperamento, pues el pacificador puede enojarse, y ay del hombre que no se enoje; sería como Jacob que cojeaba de su cadera, pues la ira es uno de los pies santos del alma, cuando se dirige en la dirección correcta; pero aunque se enoje, ha aprendido el mandamiento: "airaos, pero no pequéis," y "no se ponga el sol sobre vuestro enojo."

Cuando está en casa, el pacificador busca estar en armonía con sus sirvientes y con los de casa; prefiere tolerar muchas cosas antes que decir una palabra inoportuna, y si tiene que reprender, siempre lo hace con amabilidad, diciendo: "¿por qué haces esto?; ¿por qué haces esto?", no con la severidad de un juez, sino con la ternura de un padre.

El pacificador va también más allá, y cuando tiene compañía algunas veces se enfrenta con menosprecios, e incluso con insultos, pero aprende a soportar todo esto, pues considera que Cristo sufrió tal contradicción de pecadores contra Sí mismo.

El santo Cotton Mather, un grandioso teólogo puritano de los Estados Unidos, había recibido un sinnúmero de cartas anónimas que lo ultrajaban grandemente; habiéndolas leído y guardado, puso una cinta de papel alrededor de ellas y escribió sobre esa cinta cuando colocó las cartas sobre un estante, "Libelos. Padre, ¡perdónalos!"

Ha aprendido el viejo adagio que reza: "una onza de prevención es mejor que un kilo de remedio," y lo tiene en cuenta para ponerse de acuerdo con su adversario pronto, entre tanto que está con él en el camino, y no se involucra en la contienda sino que la evita, y si no pudiera evitarla, busca acabarla tan pronto como sea posible, como delante de Dios.

Si se tratara de un ministro, y hubiere una diferencia en medio de su pueblo, no se mete en detalles, pues sabe muy bien que hay mucha chismografía vana; más bien dice: "Paz" a las olas, y "Silencio" a los vientos, y así convida a los hombres a la vida. Tienen tan poco tiempo para convivir juntos, piensa, que sería conveniente que vivieran en armonía. Así que afirma: "¡Cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!"

Pero además, el pacificador considera que su título más elevado es el de ser un cristiano. Siendo cristiano, se une a alguna Iglesia cristiana; y allí, como pacificador, es como un ángel de Dios. Incluso hay iglesias que están doblegadas por las debilidades, y esas debilidades son la causa de que los cristianos y las cristianas difieran algunas veces. Así que el pacificador dice: "esto es indigno, hermano mío; vivamos en paz"; y recuerda lo que Pablo dijo: "Ruego a Evodia y a Síntique, que sean de un mismo sentir en el Señor"; y piensa que si Pablo les rogó a estas dos mujeres que fueran de un mismo sentir, la unidad debe ser algo bendito, y trabaja para lograrla.

El pacificador dice: "Seguid la paz con todos." Especialmente ora para que el Espíritu de Dios, que es el Espíritu de paz, descanse sobre la Iglesia en todo momento, haciendo uno de todos los creyentes, para que siendo uno en Cristo, el mundo sepa que el Padre ha enviado a Su Hijo al mundo; pues Su misión fue anunciada con un cántico angélico: "¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!"

Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios." Un triple reconocimiento está implicado.

Primero, es bienaventurado; esto es, Dios lo bendice, y yo sé que aquel a quien Dios bendice, es bendito; y aquel a quien Dios maldice, es maldito. Dios le bendice desde el más alto cielo. Dios le bendice a semejanza de Dios. Dios le bendice con las abundantes bendiciones que están atesoradas en Cristo.

Y mientas él es bendito de Dios, esa bendición es esparcida a través de su propia alma. Su conciencia da testimonio que como a los ojos de Dios, por medio del Espíritu Santo, ha buscado honrar a Cristo entre los hombres.

Más especialmente es bendito mayormente cuando es más asediado por las maldiciones, pues entonces reconoce la enseñanza: "así persiguieron a los profetas que fueron antes de vosotros." Y, aunque ha recibido el mandamiento de regocijarse en todo momento, tiene el mandamiento especial de estar sumamente alegre cuando es maltratado. Por tanto, si por hacer el bien es llamado a sufrir, lo acepta tranquilo y se goza de llevar de esta manera una parte de la cruz del Salvador.

En segundo lugar, podrán observar que el texto no dice únicamente que es bienaventurado; sino que agrega que es uno de los hijos de Dios. Esto es por adopción y gracia; pero la pacificación es una dulce evidencia de la obra interna del Espíritu pacificador. Además, como un hijo de Dios, tiene una semejanza a su Padre que está en el cielo. Dios es pacífico, longánimo, y tierno, lleno de misericordia, piedad, y compasión. Así es este pacificador. Siendo a semejanza de Dios, lleva la imagen de su Padre. De esta manera da testimonio a los hombres de que es uno de los hijos de Dios.

Como uno de los hijos de Dios, el pacificador tiene acceso a su Padre. Se acerca a Él con confianza, diciendo: "Padre nuestro que estás en los cielos," cosa que no se atrevería a decir, si no pudiera argumentar con una clara conciencia, "Perdónanos nuestras deudas, como también nosotros perdonamos a nuestros deudores." Siente un lazo de hermandad con el hombre, y por eso siente que puede regocijarse en la Paternidad de Dios. Se acerca con confianza y con intenso deleite a su Padre que está en el cielo, pues es uno de los hijos del Altísimo, que hace el bien tanto al malagradecido como al que es malo.

Ustedes tienen que hacer mucho trabajo, no lo dudo, en sus propios hogares y en sus propios círculos de conocidos. Vayan y háganlo. Recordarán bien aquel texto de Job: "¿Se comerá lo desabrido sin sal? ¿Habrá gusto en la clara del huevo?", y por medio de esta frase Job quería que supiéramos que las cosas desabridas tienen que ser acompañadas de algo más, pues de lo contrario no serían agradables al paladar.

Ahora, nuestra religión es algo desabrido para los hombres: le tenemos que poner sal; y esta sal tiene que ser nuestra quietud y nuestra disposición de ser pacificadores. Entonces aquellos que hubieran evadido nuestra religión cuando estaba sola, dirán, al comprobar que va acompañada de sal: "esto es bueno", y podrán encontrar un sabor grato en esta "clara del huevo."

Si quisieran que su piedad fuese reconocida por los hijos de los hombres, hagan una obra clara y limpia en sus propias casas, expurgando la vieja levadura, para que puedan ofrecer un sacrificio a Dios que sea piadoso y celestial. Si tienen algunas trifulcas entre ustedes, o divisiones, les ruego que, así como Dios los perdonó por causa de Cristo, ustedes se perdonen también.

Por el sudor sangriento de Aquel que oró por ustedes, y por las agonías de Aquel que murió por ustedes, y que al morir dijo: "Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen," perdonen a sus enemigos, y sigan el mandato "Orad por los que os ultrajan y os persiguen, y bendecid a los que os maldicen." Que siempre se diga de ti, como cristiano, "ese hombre es manso y humilde de corazón, y prefiere soportar una injuria que provocar alguna injuria a otro."

Pero el principal trabajo que quiero ponerlos a hacer, es este: Jesucristo fue el más grande de todos los pacificadores. "Él es nuestra Paz." Él vino a establecer la paz con el judío y con el gentil, "pues de ambos pueblos hizo uno, derribando la pared intermedia de separación." Él vino a establecer la paz entre todas las nacionalidades en pugna, pues ya no somos "griegos, bárbaros ni escitas, siervos ni libres, sino que Cristo es el todo, y en todos." Él vino a establecer la paz entre la justicia de Su Padre y nuestras almas ofensoras, y ha obtenido la paz para nosotros por medio de la sangre de Su cruz.

Ahora, ustedes que son los hijos de paz, esfuércense como instrumentos en Sus manos para lograr la paz entre Dios y los hombres. Eleven sus oraciones al cielo por las almas de sus hijos. No permitan que cesen jamás las súplicas por las almas de todos sus conocidos y parientes. Oren por la salvación de todos sus semejantes que perecen. Así serán pacificadores.

Y cuando hubieren orado, usen todos los medios a su alcance. Prediquen, si Dios les ha dado esa habilidad; prediquen la palabra de vida que reconcilia, con el Espíritu Santo enviado del cielo. Enseñen, si no pueden predicar. Enseñen la Palabra. "Insten a tiempo y fuera de tiempo." "Siembren junto a todas las aguas"; pues el Evangelio "habla mejor que la sangre de Abel," y clama la paz para los hijos de los hombres.

Escríbanles a sus amigos acerca de Cristo; y si no pueden hablar mucho, hablen un poco de Él. Pero, ¡oh!, establezcan como el objetivo de su vida ganar a otros para Cristo. No se queden satisfechos nunca con ir solos al cielo. Pídanle al Señor que puedan ser los padres espirituales de muchos hijos, y que Dios los bendiga permitiéndoles participar grandemente en la recolección de la cosecha del Redentor.