ENERO 21 --Jesus Edifica -- Ch Spurgeon

JESUS EDIFICA

‘‘ Él edificará el templo de Jehová,
y él llevará gloria’’.
Zac. 6 ;13

Cristo mismo es el edificador de su templo espiritual, y lo edifica sobre el monte de su inmutable amor, de su gracia omnipotente y de su infalible veracidad. Pero como en el templo de Salomón, también en éste los materiales tienen que ser preparados.
Tenemos ‘‘ cedros del Líbano’’, pero no están en condiciones para la edificación. Tenemos que cortarlos, moldearlos y transformarlos en aquellos tablones de cedro, cuya fragancia hará que los atrios de la casa del Señor, que es el Paraíso, sean agradables.
Tenemos también piedras en bruto en las canteras. Hay que sacarlas de allí y ajustarlas. Todo esto es obra de Cristo.
Cada creyente, individualmente, está siendo preparado, perfeccionado y alistado para ocupar su lugar en el templo ; pero es la mano misma de Cristo la que hace esta obra de preparación. Las aflicciones no santifican si él no las usa para ese fin ; nuestras oraciones y nuestros esfuerzos no pueden prepararnos para el cielo, son la intervención de Jesús, que hace rectos nuestros corazones.
Como en la edificación del templo de Salomón, ‘‘ ni martillos, ni hachas se oyeron en la casa, ni ningún instrumento de hierro’’, porque todo estaba en perfectas condiciones de ocupar exactamente el lugar que se le había asignado, así también acontece con el templo que edifica Jesús ; la preparación se hace en la tierra. Cuando lleguemos al cielo no tendremos que seguir el proceso de santificación, ni ser modelados con aflicción, ni ser pulidos con sufrimientos. No, tenemos que prepararnos aquí ; esta preparación la hace Cristo en nosotros de antemano. Y cuando la haya cumplido una mano amorosa nos hará cruzar el río de la muerte y nos llevará a la Jerusalén celestial, para quedar allí como eternos pilares en el templo de nuestro Señor.

A corazón abierto

Deja que la aflicción te trabaje, te toque ; no te muevas cuando te llegue ; no te escapes si te está buscando: porque es para tu bien.

La aflicción viene en forma de cruz, para romper y limpiar nuestras fortalezas, nuestras estructuras, nuestros hábitos heredados del mundo y de nuestra carne.

Deja que las lágrimas caigan, si estás frente a la Palabra de Dios, a corazón abierto. Déjate operar, confía en el Cirujano.

Muchas veces, la aflicción es optativa. De mil maneras podemos irnos a la otra punta, a otro sitio, a otra situación más aliviada. Si lo hacemos, perdemos la oportunidad de ver que Dios aparece como Redentor, como fiel Consolador, como Dador de vida.

Si la enfrentamos cara a cara, el dolor será muy grande ; pero más sólido el consuelo.

Si te dejas apacentar por el Pastor de los pastores, en plena aflicción, vendrá el Consolador a levantar tus brazos ; y si no te escapas, después del fuego del dolor, saldrá el oro refinado en manos del Fundidor.

Liliana Long de Yelting