Septiembre 14 - Jesucristo Intercesor Parte 1 -- W Barclay

Después de decir todo aquello, Jesús elevó la mirada al Cielo y dijo:
-Padre, ha llegado la hora. Glorifica a Tu Hijo para que Él Te glorifique a Ti. Glorifícale, de la misma manera que Le diste autoridad sobre toda la humanidad para que pueda dar la vida eterna a todos los que Le has dado. La vida eterna es conocerte a Ti, Que eres el único Dios verdadero, y a Jesucristo Tu enviado. Yo ya Te he glorificado en la
Tierra acabando la obra que Tú Me encargaste; y ahora, Padre, glorifícame en Tu propia presencia con la gloria que tuve contigo antes que empezase el mundo.
San Juan 17 : 1--5

Para Jesús, la vida tenía un clímax, que era la Cruz. Para Él, la Cruz era la gloria de la vida y el acceso a la gloria de laeternidad. « Ha llegado la hora -había dicho Jesús- de que el Hijo del Hombre sea glorificado» (Juan 12:23). ¿Qué quería decir Jesús cuando hablaba de la Cruz como Su gloria y Su glorificación?
Es uno de los hechos de la Historia que una y otra vez fue en la muerte cuando las grandes figuras alcanzaron la gloria. Fue cuando murieron, y cómo murieron, lo que mostró realmente quiénes y cómo eran. Puede que fueran malentendidos, infravalorados y hasta condenados como criminales durante su vida; pero su muerte hizo ver cuál era su verdadero lugar en el esquema de las cosas.
Eso sucedió con Jesús; porque, hasta el centurión que estaba al pie de la cruz quedó diciendo: « ¡No cabe duda de que Éste era el Hijo de Dios!» La Cruz fue la gloria de Jesús porque fue en ella donde mostró supremamente Su majestad, y desde donde atrae a Sí definitivamente el reconocimiento, el amor y la lealtad de la humanidad.
la Cruz fue la gloria de Jesús porque fue la culminación de Su obra. « He llevado a cabo el trabajo» -dijo Jesús al Padre- que Tú me encargaste.» Para Él, el haberse detenido antes de la Cruz habría supuesto dejar su labor sin terminar. ¿Por qué? Porque había venido a este mundo para enseñarle a la humanidad el amor de Dios, no sólo con palabras, sino con toda Su vida. El detenerse antes de la Cruz habría equivalido a decir que el amor de Dios llegaba hasta ahí, y no más. Llegando a la Cruz, Jesús mostró que no hay nada que el amor de Dios no esté dispuesto a asumir por la humanidad; que no tiene límites , Jesús Cumplió su cometido; hizo llegar a la humanidad el amor de Dios. Para Él aquello supuso la Cruz; y la Cruz fue Su gloria porque acabó la obra que el Padre Le había encargado: consiguió que los hombres y las
mujeres ya no pongan en duda el amor de Dios
¿Cómo glorificó la Cruz a Dios? La única forma de glorificar a Dios es obedecerle.
Jesús dio honor y gloria a Dios con Su perfecta obediencia. La historia evangélica deja muy claro que Jesús pudo evitar la Cruz. Humanamente hablando, podría haber vuelto la espalda y no haber ido a Jerusalén. Cuando vemos a Jesús en Sus últimos días en la Tierra, no podemos por menos de decir: «¡Fijaos cómo amaba a Dios! ¡Fijaos a qué extremo Le llevó la obediencia!» Glorificó a Dios en la Cruz ofreciéndole la perfecta obediencia de
un amor perfecto. (iv) Pero hay todavía más: Jesús Le pidió a Dios que Le glorificara y que Se glorificara. La Cruz no era el final. Habría de seguirla la Resurrección, que sería la vindicación de Jesús. Fue la demostración de que, aunque la humanidad Le hiciera lo peor,
Jesús no sería derrotado, sino saldría vencedor. Fue como si Dios señalara a la Cruz y dijera: «Eso fue lo que la humanidad le hizo a Mi Hijo;» y luego señalara a la Resurrección, y dijera: « Y eso fue lo que Yo hice por Mi Hijo.» La Cruz era lo peor que la humanidad podía hacerle a Jesús, pero ni aun así Le conquistó. La gloria de la Resurrección borra la vergüenza de la Cruz. (v) Para Jesús, la Cruz era el camino de vuelta. «Glorifícame -oró- con la gloria que tuve antes que el mundo empezara.» Era como un caballero que hubiera salido de la corte de su rey para realizar alguna hazaña heroica y peligrosa, y que, una vez cumplida su misión, volvía en triunfo a gozar de la gloria de la victoria. Jesús vino de Dios y volvió a Dios. La empresa gloriosa entre Su venida y Su vuelta culminó en la Cruz. Para El, por tanto, la Cruz era la puerta de entrada a la gloria; y, si hubiera rehusado pasar por ella, ¿cómo habría vuelto a la gloria? ¿Habría habido una gloria a la que volver? Para Jesús la Cruz fue Su vuelta a Dios.