JUNIO 24 -- ORAD SIN CESAR -- CH Spurgeon

Perseverad en la oración, velando en ella con acción de gracias;
Colosenses 4 : 2


Es interesante notar cuántos pasajes en las Sagradas Escrituras se ocupan de la oración, suministrando ejemplos, inculcando preceptos y haciendo promesas.
Apenas abrimos la Bilbia leemos: “Entonces los hombres impezaron a invocar el nombre del Señor” Gén. 4: 26. Y antes de terminar el Libro de Apocalipsis, nos hallamos con el amén de una ardiente súplica.
Hay innumerables ejemplos:
• Aquí hallamos a Jacob que lucha.
• Más allá a David que clama a Dios con todo su corazón.
• En el monte vemos a Elías.
• En el calabozo vemos a Pablo y a Silas.
Tenemos sobre la oración, multitudes de mandamientos y muchísimas promesas.
¿Qué otra cosa nos enseña esto sino la sagrada importancia y la necesidad de la oración?
Estemos seguros de que cualquier cosa que Dios ha destacado en su Palabra, desea que ocupe un lugar importante en nuestras vidas.
Si se ha hablado mucho de la oración, es porque sabe que tenemos necesidad de ella.
Tan grandes son nuestras necesidades que hasta que estemos en el cielo, no debemos cesar de orar.
Un alma sin oración es un alma sin Cristo.
La oración es:
• El bal buceo del niño en la fe.
• El clamor del creyente que lucha.
• La música del santo que agoniza y duerme en Jesús.
• Es la respiración del alma.
• La consigna del cristiano.
• El consuelo del creyente.
• La fortaleza del hijo de Dios.
• El honor del cristiano.
Busquemos realmente el rostro de nuestro Padre a través de la oración. Pidámosle que nos conceda ser más santas, humildes, celosas y pacientes.
Tengamos una comunión más íntima con Cristo y entremos más frecuentemente en el banquete de su amor.
Pidámosle que nos haga un ejemplo y una bendición para otros, y que nos ayude a vivir más para la gloria de Dios.

Mi amado habló, y me dijo:
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Porque he aquí ha pasado el invierno,
Se ha mudado, la lluvia se fue;
Se han mostrado las flores en la tierra,
El tiempo de la canción ha venido,
Y en nuestro país se ha oído la voz de la tórtola.
La higuera ha echado sus higos,
Y las vides en cierne dieron olor;
Levántate, oh amiga mía, hermosa mía, y ven.
Paloma mía, que estás en los agujeros de la peña,
en lo escondido de escarpados parajes,
Muéstrame tu rostro, hazme oír tu voz;
Porque dulce es la voz tuya, y hermoso tu aspecto.
CANTARES 2 : 10--14